No es ninguna novedad que la contaminación está destruyendo nuestros ecosistemas a partir de residuos que, como sociedad, generamos. Dentro de las diferentes industrias que provocan daño, la de la ropa es la segunda más contaminante del planeta. En suma a todo lo mencionado, en Chile somos líderes en el consumo de ropa per cápita, con una suma de 9.400 millones de USD en 2021 (Estrategia Online, 2022). Este mercado está vinculado al consumo asociado al fast fashion y a una cultura basada en «usar y desechar». Así, entran a Chile cerca de 59.000 toneladas de ropa anualmente, donde aproximadamente un 64% de este elemento queda disperso en alrededor de 300 hectáreas en el desierto de Atacama (Generación M, 2021). Cabe destacar que Chile posee uno de los «cementerios de ropa» más grandes del mundo, albergando grandes marcas como Balenciaga, Nike, Adidas, entre otras marcas muy reconocidas y en un estado óptimo para su uso.
Entonces, ¿cómo podemos hacernos cargo de las prendas que son consideradas basura? Hoy en día existen empresas como Ecocitex, EcoFiber y FabBrick que contribuyen a combatir el problema, pero aún así no son suficientes para reducir el gran impacto que genera la industria. Nuestra misión es poder aportar a la causa de estas empresas y seguir combatiendo el daño que hace la industria a nuestro planeta.
Por lo cual, hoy nosotros, como Ruoca, queremos buscar nuevas soluciones a raíz de las telas que se desechan. ¿Cómo? Una de las formas que creemos pueden ser de ayuda es reformulando el concepto de packaging tradicional y reemplazando el elevado uso que se le da a ciertos materiales como el plástico y el plumavit, con un material basado en ropa. Es así como Ruoca busca posicionarse y ser una opción dentro de las empresas que demanden este material, y así poder ofrecer una alternativa sustentable y eficiente a los materiales convencionales.
